El legado histórico del uranio en España

El legado histórico del uranio en España

Artículo de Esther M. Sánchez (esther.sanchez@usal.es) y Santiago López (slopez@usal.es) publicado en el blog de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Salamanca

Enlace al original: https://facultadeconomiayempresa.usal.es/2022/04/04/esther-m-sanchez-y-santiago-lopez-el-legado-historico-del-uranio-en-espana/

El uranio, fuente de alimentación de reactores nucleares, ha desempeñado un papel clave en el progreso científico, el desarrollo económico y las relaciones internacionales de España en la segunda mitad del siglo XX. Este es el tema del libro Historia del uranio en España. De la minería a la fabricación del combustible nuclear, c. 1900-1986, que presentamos oficialmente el pasado 1 de marzo de 2022 en la Universidad de Salamanca, acompañados de autoridades académicas, representantes empresariales y prestigiosos especialistas del sector (ver aquíaquí y aquí). Un libro al que nos aventuramos con tanto entusiasmo como incertidumbre. Primero, porque queríamos hacer una historia seria y objetiva, con argumentos contrastados e imparciales, algo complejo en una cuestión todavía tan desconocida y siempre tan polémica como la energía nuclear. Segundo, porque nos enfrentábamos a un tema marcadamente interdisciplinar, en el que, junto a la Historia y la Economía, se daban cita disciplinas tan diversas como la Física, la Química, la Geología, las Ingenierías, el Derecho y las Relaciones Internacionales. Como colofón, el confinamiento domiciliario por el advenimiento del Covid-19 nos sorprendió en plena fase de redacción, provocando, inevitablemente, situaciones de preocupación, indecisión y tensión.

Solventadas las dificultades, logramos cumplir nuestro objetivo de escribir un libro destinado a conocer la importancia histórica del uranio en España, su búsqueda, su transformación y sus usos civiles. Nos centramos en lo que se conoce como primera etapa del ciclo del uranio, es decir el conjunto de procesos que se suceden desde que se extrae de la mina hasta que llega a la central nuclear para ser utilizado como combustible. Tuvimos la suerte de contar con un amplio abanico de fuentes históricas y, gracias a la intermediación de la Sociedad Nuclear Española (SNE), con el testimonio y consejo de algunos de los más destacados protagonistas de la historia que queríamos contar.

El uranio es un mineral radiactivo relativamente abundante en la corteza terrestre, aunque por lo general disperso y de baja ley. Su minería tiene una larga trayectoria en España. Ya a principios del siglo XX se documentó la presencia de uranio en varios puntos del territorio peninsular, especialmente en la provincia de Córdoba (Sierra Albarrana), y se iniciaron los primeros trabajos para su purificación y concentrado. El uranio constituía entonces un producto residual, ligado a la industria del radio. Incrementó su relevancia en el contexto de la II Guerra Mundial y la Guerra Fría. Primero, por razones estratégicas, es decir la fabricación de armamento atómico. Después, y sobre todo, por sus aplicaciones civiles, en particular la producción de energía eléctrica a gran escala.

En España, los sucesivos gobiernos del régimen de Franco apostaron por desarrollar un ambicioso programa nuclear (civil, la bomba atómica no pasó de una serie de estudios teóricos y de viabilidad), que permitiese paliar las restricciones energéticas a la vez que aportar réditos políticos. Al final, como han estudiado en detalle los historiadores económicos y los historiadores de la ciencia y la tecnología, solo 10 reactores comerciales se conectaron a la red en España (7.705 MWe de potencia instalada), pero llegaron a planearse más de 40 (c. 35.000 MWe), lo que disparó la demanda de uranio, así como los conocimientos y capacidades ligados a su explotación, tratamiento y comercialización.

A base de estancias en el extranjero, los especialistas de la Junta de Energía Nuclear-JEN (hoy CIEMAT) lograron adquirir la formación necesaria para desarrollar prácticamente todo el ciclo del uranio, a excepción del enriquecimiento, que por sus elevadísimas cargas tecnológicas y financieras se contrató siempre en el exterior. En 1972 la JEN transfirió sus cometidos industriales, que no dejaban de crecer, a la recién creada Empresa Nacional del Uranio-ENUSA (hoy Grupo ENUSA). Entre ambas acumularon más de 400.000 Km2 de terrenos prospectados en busca de uranio, entre ellos los de la zona de Ciudad Rodrigo (Salamanca). También construyeron laboratorios y fábricas para acometer los procesos de beneficio, conversión, fabricación de elementos combustibles y tratamiento de residuos, destacando el complejo de Moncloa en Madrid y las fábricas de Andújar en Jaén y Ciudad Rodrigo en Salamanca.

El otrora optimismo nuclear comenzó a apagarse hacia finales de los años 1970. La acumulación de excedentes en los países que decretaron moratorias, la irrupción en los mercados occidentales de concentrados soviéticos mucho más baratos, los accidentes de Three Mile Island (1979) y Chernóbyl (1986), y la expansión del movimiento antinuclear mundial pusieron en entredicho la energía nuclear e impulsaron a la baja los precios del uranio, tendencia que, con oscilaciones, se mantuvo en las décadas siguientes. Esta situación llevó al cierre en cadena de minas y plantas de beneficio, cuyos costes de explotación se volvieron del todo insostenibles. ENUSA clausuró sus últimas instalaciones mineras a principios de los 2000, y centró su negocio nuclear en la fabricación del combustible destinado a centrales españolas y extranjeras, actividad que, desde sus orígenes, ha demostrado ser rentable. La planta de ENUSA en Juzbado (Salamanca) continúa hoy fabricando, con licencia de los gigantes americanos Westinghouse y General Electric, elementos combustibles para reactores de agua ligera, en sus dos variantes: a presión (Pressurized Water Reactor-PWR) y en ebullición (Boiling Water Reactor-BWR). El negocio nuclear convive, no obstante, con el medioambiental y logístico, que cada vez acumulan más activos.

Esta investigación nos ha permitido comprobar que el uranio tuvo altos costes de oportunidad, en España como en el resto del mundo. El Estado lo protegió y le dedicó grandes esfuerzos en detrimento de otros sectores. Pero, por mucho que lo intentó, no consiguió evitar la dependencia exterior (energética, financiera, tecnológica), ni solucionar el problema de los residuos radiactivos. Ahora bien, el uranio tiene también en su haber virtudes que merecen ser destacadas, en particular su notable contribución a la integración de España en el ámbito de la cooperación internacional y a los procesos de modernización científico-técnica e industrial.

En torno al uranio se configuró, en efecto, un rico panorama de relaciones internacionales en el que ya la dictadura logró inmiscuirse. Durante el primer franquismo, incluso en los momentos más duros del aislamiento y la autarquía, España consiguió franquear puertas que a priori parecían del todo cerradas. Y durante el segundo franquismo, en pleno desarrollismo, formó parte de prácticamente todos los organismos internacionales relacionados con el átomo, además con representantes en puestos directivos. Poco importaban la ideología y la política en unos foros en los que, parafraseando a Winston Churchill, se consideraba la energía nuclear como la fuente perenne de la prosperidad y el bienestar mundiales.

Así, de la mano del uranio y al compás de la internacionalización, España dio un importante salto adelante en su proceso de modernización económica. Adquirió un enorme bagaje científico-técnico, industrial y organizativo, y en poco tiempo, solo unos años más tarde que las grandes potencias mundiales, logró pasar del laboratorio al mercado y estar al día en los procesos tecnológicos más sofisticados, por ejemplo, y afortunadamente, en materia de seguridad y control radiológico. La asistencia exterior, esencial en las primeras etapas, sentó las bases y alentó los esfuerzos propios de I+D+i, de manera que España pasó de receptor a emisor e incrementó su peso en la escena mundial. Cabe destacar, además, que los esfuerzos financieros, científicos, tecnológicos, logísticos y de formación de capital humano que se emprendieron en el sector nuclear alcanzaron a sectores ajenos a lo nuclear. El resultado de todo ello es que, en el siglo XXI, España participa en muchos de los grandes proyectos científicos internacionales relacionados con la energía nuclear, y que el clúster de las empresas nucleares españolas goza de una destacada posición internacional en ingeniería y componentes, con un importante efecto-arrastre sobre otros muchos sectores y actividades.

Estos días, el debate sobre las posibilidades y peligros del átomo ha resurgido con fuerza a raíz del alza de los precios de la luz, la propuesta de la Comisión Europea de considerar la energía nuclear como energía verde, y el tremendo desasosiego generado por la Guerra de Ucrania. Hoy quedan en España 7 reactores operativos distribuidos en 5 centrales (Almaraz I y II, Ascó I y II, Vandellós II, Cofrentes y Trillo), con vida útil limitada y sin ningún proyecto de reemplazo.

¿Es oportuno plantearse el fin de la energía nuclear sin alternativas suficientes en el mix energético? ¿Podemos prescindir del uranio o, bien al contrario, lo necesitamos para garantizar la transición energética y la descarbonización? ¿Debemos reforzar nuestra autonomía energética? ¿Seremos testigos del resurgir de la industria nuclear? ¿En qué condiciones?

¿Por qué nos puede la percepción del riesgo, el recuerdo de los accidentes nucleares o el miedo a las bombas, y nos pasa tan desapercibida la enorme herencia del sector nuclear en materia de modernización científico-técnica e industrial?

¿Sigue existiendo un déficit de información y transparencia? ¿Por qué el sector nuclear ha desaprovechado tantas veces la oportunidad de mejorar su imagen en las sociedades democráticas? ¿Acaso la transparencia pone en peligro la seguridad?

La dificultad de dar respuesta a estas preguntas muestra que, aunque hemos avanzado enormemente en el conocimiento del uranio y de la historia del sector nuclear, el debate sigue abierto. Y este libro, lejos de agotar las posibilidades de investigación sobre el tema, bien quisiera servir de aliciente para seguir reflexionando, aprendiendo y mejorando.

Desde nuestra Facultad de Economía y Empresa y desde el Instituto de Estudios de la Ciencia y la Tecnología siempre hemos sentido la necesidad de incrementar la cultura científica ciudadana, es decir, comunicar y debatir con la sociedad para que las personas cuenten con evidencias y accedan al conocimiento científico a la hora de formar su opinión. El libro ha de entenderse en este sentido: el trabajo de dos investigadores para ofrecer a la sociedad un pequeño retorno de todo ese esfuerzo científico e industrial que se hizo en el pasado. Se puede objetar que no adoptamos una posición distanciada del fenómeno que estudiamos, básicamente porque la investigación ha sido financiada por la SNE. Sin duda esto sería cierto si el objetivo que buscábamos hubiese sido trastocado. Nosotros queríamos avanzar en el conocimiento de una época (el franquismo) y de unas actividades (las científicas e industriales) sobre las que llevamos años trabajando con fondos públicos o con nuestros propios medios. Lo que hemos averiguado y relatado está contrastado con las líneas generales de nuestras investigaciones. La coherencia con lo que vamos sabiendo de estos temas es neta, y eso es lo que hace que el libro tenga solidez científica. Ahora bien, la publicación aparece en medio de una polémica sobre las opciones del modelo energético de nuestra economía, junto al temor de que suframos un desastre nuclear por culpa de la guerra en Ucrania. En este escenario, nos hemos preguntado si tendría algún valor un texto de historia de la ciencia, la tecnología y la industria nucleares en España. Definitivamente pensamos que sí, que es una pieza más para que evaluemos a la luz del pasado acontecimientos presentes.

Estamos convencidos de que no podemos saber cómo hemos llegado hasta aquí sin conocer las decisiones tomadas en el pasado, y que no se pueden adoptar posiciones “adanistas” y pensar que el mañana del modelo energético español ha de ser netamente nuclear o, por el contrario, que no tiene ninguna valía lo logrado en este campo. Idénticos argumentos podrían extrapolarse a las energías renovables o al gas natural, donde también hay una infraestructura notable y se han acumulado capacidades tecnológicas de primera línea. Todo lo anterior evidencia, en definitiva, que somos una economía con serios problemas en materia de abastecimiento, y que, precisamente por ello, los esfuerzos han sido intensos y diversos en muchas opciones. Cuánta más y mejor información pongamos a disposición de la sociedad, las decisiones que tomemos en los siguientes meses sobre nuestro futuro energético serán, si no del todo satisfactorias, sí, al menos, lo más acertadas posible.

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